La
sociedad sólo canoniza a los que se conforman con ella. A Jesús no pudieron
canonizarlo y por ello lo asesinaron. A Jesús lo asesinaron los buenos de
turno, los más respetados y creídos en aquella sociedad.
El
estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la
Verdad.
Si
estás doliéndote de tu pasado, es que estás dormido. Lo importante es levantarse
para no volver a caer.
El
pasado está muerto y el que se duerme en el pasado está muerto, porque sólo
el presente es vivo si tú estás despierto en él.
Si
sufres es que estás dormido. Me dirás que el dolor
existe. Sí, es verdad que el dolor existe, pero no el sufrimiento. El
sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente. Si sufres es que estás
dormido porque, en sí, el sufrimiento no existe, es un producto de tu sueño,
y si estás dormido, verás a un Jesús dormido, que tú te has
imaginado, que nada tiene que ver con el Jesús real, y eso puede ser muy
peligroso.
¿Qué
hace falta para despertarse? No hace falta esfuerzo ni juventud ni discurrir
mucho. Sólo hace falta una cosa, la capacidad de pensar algo nuevo, de ver algo
nuevo y de descubrir lo desconocido.
El
que piensa como marxista, no piensa; el que piensa como budista, no piensa;
el que piensa como musulmán, no piensa... y el que piensa como católico
tampoco piensa. Ellos son pensados por su ideología. Tú eres un esclavo
en cuanto no puedes pensar por encima de tu ideología. Vives dormido
y pesado por una idea. El profeta no se deja llevar por ninguna ideología,
y por ello es tan mal recibido. El profeta es el pionero, que se
atreve
a elevarse por encima de los esquemas abriendo camino.
Tenemos
miedo a la libertad, a la soledad, y preferimos ser esclavos
de unos esquemas. Nos atamos voluntariamente, llenándonos de pesadas
cadenas y luego nos quejamos de no ser libres. ¿Quién te tiene que liberar
si ni tú mismo eres consciente de tus cadenas?
Las
mujeres se atan a sus mandos, a sus hijos. Los maridos a sus mujeres,
a sus negocios. Todos nos atamos a los deseos y nuestro argumento y justificación
es el amor». ¿Qué amor? La realidad es que nos amamos a nosotros mismos, pero
con un amor adulterado y raquítico que sólo abarca el «yo», el ego. Ni siquiera
somos capaces de amarnos a nosotros mismos en libertad. Entonces, ¿cómo vamos a
saber amar a los demás, aunque sean nuestros esposos o nuestros hijos? Nos
hemos acostumbrado a la cárcel de lo viejo y preferimos dormir para no
descubrir la libertad que supone lo nuevo.
Lo primero
que se necesita para despertar es saber que estáis durmiendo y estáis soñando.
La
religión es una cosa buena en sí, pero en manos de gente dormida puede hacer
mucho daño.
Para
despertar hay que estar dispuesto a escucharlo todo, más allá de los cartelitos
de «buenos» y «malos», con receptividad, que no quiere decir credulidad. Hay
que cuestionarlo todo estando atento a descubrir las verdades que puedan
encerrar, separándolas de lo que no lo son. Si nos identificamos con las
teorías sin cuestionarlas con la razón — y sobre todo con la vida — y nos las
tragamos almacenándolas en la mente, es que seguimos dormidos. No has sabido
asimilar esas verdades para hacer tus propios criterios.
Lo
peor y más peligroso del que duerme es creer que está despierto.
Cuando
la gente se harta de sufrir es un buen momento para despertar.